Los hidrocarburos, que son el petróleo y el gas natural, se formaron a partir de seres vivos que habitaron el planeta en tiempos de los dinosaurios. La mayor parte de los restos de esos seres vivos no llegó hasta nuestros días. Pero una pequeña parte sufrió procesos geológicos especiales, que los terminaron convirtiendo en petróleo y gas.

Para encontrar petróleo y gas debemos explorar estructuras geológicas que llamamos “cuencas sedimentarias”. Básicamente, regiones que durante los días de los dinosaurios fueron depresiones geográficas –habitualmente, cubiertas por agua de mar o agua dulce-  y que se fueron rellenando de sedimentos minerales a lo largo de millones de años. Si parte de esos sedimentos también contuvieron restos orgánicos –por ejemplo, restos de seres vivos que habitaban ese mar- hay buenas chances de que esa cuenca sedimentaria contenga gas y petróleo.

Nuestro país tiene más de 20 de estas cuencas sedimentarias. Tras largos años de exploraciones, en cinco de ellas se hallaron hidrocarburos en cantidades explotables. Son la Cuenca del Noroeste, la Cuyana, la Neuquina, la del Golfo de San Jorge y la Austral.

Pero resulta que en el lecho marino, bajo las aguas, también es posible encontrar cuencas sedimentarias con hidrocarburos.  A estos recursos hidrocarburíferos ubicados “costa afuera” se los suele denominar con el término en inglés “offshore”.

Los recursos offshore han sido una cuestión de importancia en buena parte de los países en el mundo. Por empezar, porque los recursos hidrocarburíferos son estratégicos. Gas y petróleo abastecen la mitad de la energía que consume la humanidad, lo que incluye la totalidad del movimiento del transporte mundial. No poseerlos implica, directamente, la necesidad de importarlos. Tenerlos implica seguridad energética y un fuerte impacto beneficioso en la economía porque, si se suma el valor del recurso en sí –el gas natural y el petróleo- al de la actividad económica, dicho impacto puede –y suele- ser significativo.

En el mar, los recursos pueden ser abundantes y cambiar la situación de una región o un país enerto. Sobran ejemplos a nivel mundial. Desde Noruega, que pasó de ser una de las naciones más pobres de Europa a ostentar el 4to PBI per capita entre los países de ese continente, a partir del desarrollo de los recursos offshore, pasando por Estados Unidos, México, Brasil, Nigeria, Angola, Canadá, Perú, Indonesia, Australia y, más recientemente, Guyana, que se convirtió con mayor crecimiento en su PBI a nivel mundial, desde que en diciembre de 2019 fueron hallados hidrocarburos en sus aguas. La lista de países es enorme.

¿Qué pasó con los recursos offshore en Argentina, un país con un enorme mar? Como en todo el mundo, también aquí la exploración marina fue un viejo sueño, pero los costos y los vaivenes de nuestro país resultaron en una exploración escasa y esporádica (clickeando acá es posible repasar algo de la historia).

Sin embargo, desde fines de los años 60 al día de hoy, se han realizado cientos de miles de registros sísmicos y más de 180 pozos, 36 de los cuales, ubicados todos en la Cuenca Austral, son productivos y abastacen a nuestra población con el 17% del gas que produce el país.

¿Qué ha cambiado esta vez? En lugar de explorar la continuación de las cuencas sedimentarias continentales en el Mar Argentino, la idea es llegar a los confines de nuestro mar, en el talud continental, allí donde el lecho marino desciende abruptamente desde 300 o 400 metros, a las profundidades oceánicas, hasta los 4000 o 5000 metros. Esto es posible por dos razones: la primera, tras un trabajo de décadas, el 2017 las Naciones Unidas reconocieron la propiedad de la Argentina de los recursos del subsuelo marino, hasta las 350 millas de la costa (unos 580 kilómetros). La segunda, la tecnología de última generación para explorar en aguas profundas y ultraprofundas.

Hay una tercera: la posibilidad concreta, según los geólogos, de encontrar importantes recursos lo que, de ocurrir, constituiría una de las mayores oportunidades de desarrollo para el país. Y hablamos de oportunidades, de esas que a nuestro país no le sobran.