El primer paso para la exploración del lecho marino es la exploración sísmica. Esto ha sido así desde hace décadas y, en concreto, en nuestro país, desde hace 60 años.

Fue la Prefectura Naval quien echó primero mano a esta técnica para comenzar a estudiar los recursos de la Plataforma Continental Argentina entre 1957 y 1959, por la premisa lógica de que no se puede defender aquello que no se conoce.

Luego, se convirtió en una técnica habitual para la exploración petrolera del Mar Argentino a lo largo de los siguientes 50 años.

Pero, ¿de qué se trata esta técnica? Concretamente, de generar ondas que viajen hasta el lecho marino y penetren el subsuelo. Parte de esas ondas rebotan y regresan a la superficie. Pero esos rebotes varían de acuerdo con las estructuras del subsuelo marino. Entonces, en la superficie, una serie de micrófonos especiales “escuchan” las variaciones que han sufrido esas ondas al rebotar. Finalmente, con esos datos y mediante algoritmos especiales, las computadoras interpretan los resultados.

Lo que se obtiene es una imagen del subsuelo del lecho marino. Y esto permite identificar áreas de interés para hacer pozos exploratorios.

¿Cuál es la controversia respecto de esta técnica?

El problema es que es una técnica “ruidosa”. Las ondas necesarias para explorar el subsuelo marino se generan mediante aire comprimido (como reventar un globo), y no mediante explosivos. Sin embargo, el sonido alcanza niveles que pueden superar los 200 db (decibeles). Estamos hablando de una intensidad sónica capaz de causar daño irreversible en mamíferos marinos y otros animales… incluso en nosotros, los seres humanos.

De aquí salen aquellas alarmas que hablan de “bombardeos acústicos” del Mar Argentino y todo tipo de calamidades que suelen difundirse en las redes, a medias, para generar temor en la población.

Sin embargo, y aquí debemos hacer un enorme “sin embargo”, la técnica es segura, porque debemos tomar en cuenta los siguientes datos de los que no suele hablarse:

  • Primero, no hay “bombardeo” alguno, porque no se usan bombas ni explosivos de ningún tipo.
  • Luego, si bien es cierto que en el sitio de la fuente de sonido, la intensidad puede causar daño, es igual de cierto que dicha intensidad decae drásticamente con la distancia en progresión logarítmica. Todos sabemos que una cosa es estar al lado de un martillo neumático, o de un avión durante el despegue, y otra colocarnos a cierta distancia. Para decirlo de un modo sencillo, a medida que nos alejamos de la fuente del sonido, la caída de la intensidad sónica se potencia. Es enorme. Por eso, a 500 metros de la fuente, por ejemplo, que es lo que exige la mayoría de los protocolos de sísmica, el sonido es perfectamente tolerable. Pero a 1000 metros de la fuente, que es el requisito del protocolo argentino, el sonido es equivalente al tráfico en una calle o a una charla entre dos personas. Por lo que unos cientos a miles de metros más, y el sonido es prácticamente inaudible.
  • Decir que el sonido “alcanza niveles intolerables, y viaja 4000 kilómetros” es inexacto o incompleto, porque no se aclara la cuestión de la caída de la intensidad respecto de la distancia dela fuente. Si así fuera, una exploración sísmica en las costas de Rïo de Janeiro, por ejemplo, dañaría el sistema auditivo de las ballenas de la Patagonia argentina. Y todos sabemos que eso no ocurre.
  • ¿Cómo asegurarse, entonces, que los animales no se encuentren cerca de la fuente de sonido? Para eso, primero se establece una zona de exclusión que, como se dijo, a nivel mundial suele ser de 500 metros y en Argentina es de 1000 metros. No se puede operar si existen animales dentro de dicha zona de exclusión.
  • A bordo de los buques que llevan adelante los registros sísmicos viajan ecólogos, observadores de fauna, para asegurarse que cetáceos, pinnípedos, tortugas, peces, etc., se encuentren fuera del área de exclusión establecida.
  • Cuando está todo listo, se utiliza un método conocido como “arranque suave”; es decir, la operación se inicia con bajos niveles de ruido, que van creciendo de a poco en intensidad, para dar tiempo a que cualquier animal pueda alejarse de la zona.
  • En nuestro país, como se indicó, se trabaja bajo el “Protocolo para la Implementación de Monitoreo de Fauna Marina en Prospecciones Sísmicas”, un procedimiento que está entre los más estrictos del mundo, al punto que duplica el área de exclusión de fauna respecto a casi todos los protocolos del mundo.

Si los “bombardeos acústicos que produce la exploración sísmica”, como se denuncia, impidiesen que las ballenas se encuentren, dificultando su reproducción, no estaríamos año tras año registrando records de avistamientos y recuperación de la ballena franca austral, por ejemplo, pese a que la actividad de registro sísmico ha sido incesante las últimas décadas.

 Finalmente, a modo de aporte al conocimiento en general, la siguiente es una lista de las cuencas marinas del Mar Argentino y algunos registros sísmicos históricos realizados en ellas:

 Cuenca del Salado

Adquisición sísmica por parte de YPF, en 1968. Por parte de Amoco e YPF-Repsol, de 1992 a 1995.  + de 6000 km

Cuenca del Colorado

A lo largo de diferentes campañas, se adquirieron 43.361 km de líneas sísmicas.

 Cuenca de Rawson

7600 km de sísmica registrados por YPF entre 1976 y 1983. Entre 1987 y 1989, Exxon registró 10.000km de líneas sísmicas.

 Cuenca de San Julián

Entre 1979 y 1980 YPF registró 2406 km de líneas sísmicas. En 1991, Petrobras adquirió 4518 km de líneas sísmicas.

 Cuenca Austral

Hasta el año 2005 se perforaron, 34.840 km de sísmica 2D y 3530 km2 de sísmica 3D.

 Cuenca de Malvinas

Hasta 2008 se ha adquirido un total de 40.000 km de sísmica. Desde fines de 2019 se realizan nuevos trabajos de adquisición de sísmica.

 Cuenca Argentina

Trabajos de sísmica durante la década de los 2000.

Y como dato final y más reciente, solo entre 2017 y 2020 se registraron más de 120.000 km de sísmica en el Mar Argentino.