En el siglo XXI no podemos imaginar un mundo sin disponibilidad de energía. La muestra más gráfica es el fastidio que nos provoca un “corte de luz”. Esto, porque nuestras vidas se han ido modelando alrededor de la posibilidad de contar con energía.

Pero cada vez que utilizamos energía, de una u otra forma se la “pedimos” a la Naturaleza. Cualquier fuente de energía que imaginemos, tiene por principal proveedora la Naturaleza. Esto ocurre con el viento; el Sol; la fuerza de los ríos; la energía que contienen los átomos y “rompemos” en las centrales nucleares; el gas natural; el petróleo y el carbón mineral. Desde luego, ocurre también con el más primitivo de los recursos energéticos que utilizó –y utiliza- el hombre: la leña. Y si pensamos en la electricidad, la ecuación tiene igual resultado, porque no obtenemos la electricidad en “estado natural”, sino que es necesario generarla. Y la electricidad se genera, se “fabrica”, ya sea quemando algún combustible fósil (gas, derivados del petróleo o carbón), que es la forma en que se genera más del 70% de la electricidad del planeta, aprovechando la fuerza de los ríos y del viento; la radiación y el calor del Sol o la energía del átomo. Siempre que vamos en busca de energía, como sea, recurrimos a la naturaleza.

Lógicamente, esto implica que cada vez que utilizamos energía vamos a generar impactos en la naturaleza, algunos de ellos no deseados. Y esto ocurre siempre.

Por ejemplo, si nos valemos de los combustibles fósiles, se generarán impactos al extraerlos, al transportarlos, procesarlos y, finalmente, al quemarlos durante su consumo. SI optamos por la energía implícita en los ríos, normalmente tenemos que represarlo (interponer un paredón en su curso). SI queremos aprovechar la radiación solar y el viento, debemos valernos de la extracción de minerales que son escasos en la Naturaleza y de la siderurgia y el cemento. Si optamos por la energía nuclear echaremos mano a la minería del uranio y deberemos tratar con sumo cuidado residuos que podrían resultar dañinos para el medio ambiente.

¿Por qué hoy son los combusitbles fósiles los que dominan la matriz energética del mundo y de la mayoría de los países (sobre todo, los desarrollados)?

La respuesta es simple: historia, economía y, sobre todo, eficiencia. Los combustibles fósiles nos han permitido convertirnos en la sociedad industrial que hoy somos, con niveles de confort (por lo menos una buena parte de ella) que la humanidad no conoció durante sus primeros 200.000 años sobre el planeta. Los combustibles fósiles pueden abastecernos de toda la energía que necesitamos. Y su extracción, transporte y distribución resulta en una de las actividades más dinamizadoras de cualquier economía. Pero, recientemente, concluimos que un impacto no deseado de los combustibles fósiles se relaciona con la emisión de gases de efecto invernadero (GEI). Entonces, como humanidad, tenemos que resolver esta cuestión.

La primera buena noticia es que hay fuentes de energía inagotables y más que suficientes para nuestras necesidades. En el Sol y el viento está toda la energía que necesitamos, y más.

Pero la mala noticia es que aún no estamos ni siquiera cerca de poder capturarla, almacenarla y transportarla, a los niveles que necesitamos. Ni siquiera podemos hacerlo sin otros impactos ambientales complejos, como los que traería una exacerbación de la minería, la necesidad de electrificar todos los servicios (a un costo muy elevado) e, incluso, la utilización de combustibles fósiles en sus procesos de fabricación.

Es por eso, que la llamada “transición energética” será lenta, incluso porque la demanda de energía aumenta año tras año.

Seguiremos necesitando combustibles fósiles durante muchas décadas, hasta que demos con la forma de producir energía a partir de fuentes renovables en forma más eficiente y disminuyendo los impactos.

Mientras, debemos ser inteligentes. Apostar a los hidrocarburos, en lugar del carbón mineral, sería un gran alivio para la atmósfera. Capturar los gases que emitimos es otra gran idea. Ser más eficientes al quemarlos (no podemos comparar la eficiencia y el impacto de un motor de combustión interna de hace 60 años que los de uno actual) es otro punto. Ser más eficientes usando en general la energía también es otro desafío. Hay mucho por hacer.

Por eso, plantear la cuestión en términos de energías buenas y energías malas, creyendo que basta con reemplazar de hoy para mañana las fuentes fósiles por renovables es un error que lleva a plantear soluciones imposibles.

Vamos a necesitar renovables los próximos años. Pero también hidrocarburos. De ahí, la necesidad de aprovechar nuestros recursos mientras buscamos, como humanidad, hacer frente a este nuevo desafío.